Artículo de Carlos Alberto Aguilar Meza
A propósito de las elecciones en nuestro país, un concepto relevante es el de la “representatividad”, especialmente en un marco de derechas e izquierdas descontroladas y radicales que no encuentran puntos de acuerdo.
Según los diccionarios, “representatividad” es la capacidad de actuar en nombre de una persona, una institución o un colectivo; es decir, elegir un presidente de la República para que, a través de las elecciones, traslademos el PODER del Pueblo hacia una sola persona.
El día de hoy, ¿cuánta representatividad tendría nuestro próximo presidente? Según las cifras oficiales de la ONPE, los resultados oficiales de la primera vuelta (es la que realmente cuenta) le otorgan a Perú Libre el 18,921% y a Fuerza Popular el 13,407% de los votos válidos (descontando los blancos nulos y viciados que suman 18.704%). Si consideramos dentro del cómputo estos últimos, quiere decir que el porcentaje alcanzado por cada candidato –en cifras reales– es bastante menor.
La realidad es que tenemos una población que se encuentra entre el 85% y 90% que no simpatiza con ninguno de los aspirantes. Definitivamente, tenemos un serio problema de representatividad, que ya es un mal endémico en nuestro país.
Lo vemos de manera constante en las múltiples protestas de los diversos colectivos. La última muestra fue la protesta de los llamados Generación del Bicentenario, en el que lema recurrente era: “No me representan”. Es un problema con el que el próximo GOBERNANTE tendrá que lidiar, y esperemos que en el corto plazo no veamos nuevas protestas que repitan el “No me representan”.
Insisto, por ello, en que nuestro próximo presidente (ambos sexos según la RAE) debe tener la capacidad de concertar, ser íntegro, trabajar en equipo, ser capaz de aprender de manera permanente e independiente, tener un pensamiento crítico, ser creativo y flexible a la vez, tener clara una agenda de crecimiento y desarrollo, ser empático y líder participativo (NO MESIÁNICO), ser solidario y sensible con todas las demandas ciudadanas.
Ser presidente de todos los peruanos, capitalinos y provincianos, cholos, negros, blancos, indios y mestizos, hombres y mujeres, ricos y pobres, analfabetos e ilustrados, católicos, musulmanes, protestantes y ateos, de costa, sierra y selva, del norte, centro y sur. Ser presidente de todos los peruanos, SIN DISTINCIÓN.